El Gobierno Corporativo ha de ser entendido de dos maneras: la que se desprende de recomendaciones y normas y, aquella que podría definirse como Gobierno Corporativo de facto, que suele ser el exigido por los inversores institucionales.
Persiste en algunas empresas una visión tradicional que se traduce en actuaciones detrás de la normativa, mientras que otras, más vanguardistas, prefieren ir por delante de los códigos. Parece evidente que el Buen Gobierno comienza por los accionistas y su comportamiento frente a los potenciales incumplimientos en materia de Gobernanza es determinante.
Cabe preguntarse si es suficiente protestar en la Junta General y votar en contra. Posiblemente no y es conveniente que el inversor, sobre todo, el institucional, actúe con responsabilidad para no incurrir en riesgos legales frente a quien representa; incluso si ello, supone vender sus acciones.
Ese es el idioma que cualquier dirigente empresarial va a entender. Si un porcentaje significativo de accionistas votan en contra de un dirigente y venden al día siguiente, la cotización cae. En este caso, el máximo responsable de la empresa tendrá que aceptar el punto de vista de otros, aunque sean minoría. Siendo éste un asunto delicado, es donde se asienta el funcionamiento del Gobierno Corporativo.
ALDO OLCESE
Presidente de la Fundación Independiente
Artículo de opinión publicado en la sección de economía de La Razón